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  • Written by Katherine Kinzler, Professor of Psychology, University of Chicago

En Estados Unidos y en muchos otros países, la nacionalidad se define[1] por un conjunto de parámetros legales. Puede implicar el lugar de nacimiento, la ciudadanía de los padres o una serie de procedimientos circunscritos para la naturalización.

Sin embargo, en la mente de muchos estadounidenses esas nociones objetivas de ciudadanía se confunden un poco, como han documentado las investigaciones de psicólogos sociales y del desarrollo, como es mi caso[2]. Psicológicamente hablando, algunas personas pueden parecer un poco más estadounidenses que otras en función de factores que no guardan ninguna relación, como la raza, el origen étnico o el idioma.

Estas creencias, reforzadas por la política identitaria[3], generan diferencias respecto a quién es bienvenido, quién es tolerado y quién no se sentirá bienvenido en absoluto.

¿Cómo la raza influye en la pertenencia?

Muchas personas que respaldan explícitamente los ideales igualitarios[4], como la noción de que todos los estadounidenses tienen los mismos derechos como ciudadanos independientemente de su raza, albergan implícitamente prejuicios sobre quién es “realmente” estadounidense.

En un estudio clásico[5] realizado por los psicólogos Thierry Devos y Mahzarin Banaji, los adultos estadounidenses de todos los grupos raciales asociaron con mayor rapidez el concepto de “estadounidense” a las personas blancas. En el estudio, los investigadores les preguntaron a adultos blancos, afroamericanos y asiático-americanos si respaldaban la igualdad para todos los ciudadanos. Luego les presentaron una prueba de asociación implícita en la que los participantes combinaban diferentes rostros con las categorías “estadounidense” o “extranjero”. Sin embargo, antes de comenzar les dijeron que todas las caras eran de ciudadanos estadounidenses.

Los participantes blancos y asiáticos asociaron más rápido las caras blancas con el “ser estadounidense”, aunque al inicio dijeron que defendían valores igualitarios. Los afroamericanos vieron implícitamente los rostros blancos y negros como igualmente estadounidenses, aunque también vieron implícitamente los rostros asiáticos como menos estadounidenses.

En otro estudio, Devos y la psicóloga Debbie S. Male pusieron rostro a ese sesgo[6]. Descubrieron que un grupo heterogéneo de adultos estadounidenses consideraba implícitamente que la actriz británica Kate Winslet era más estadounidense que su colega Lucy Liu, nacida en Estados Unidos, a pesar de que a los participantes les dijeron su nacionalidad real.

Las creencias que conducen a ese sesgo en favor de las personas blancas reflejan las estructuras racistas que existen en la sociedad estadounidense y revelan actitudes que las personas no siempre son conscientes de tener. De hecho, los prejuicios incluso pueden incluir sentimientos que excluyen al propio grupo, como se apreció cuando los estadounidenses de origen asiático que participaron en esos estudios consideraron que las caras blancas eran más estadounidenses que las asiáticas. Un estudio relacionado[7] también descubrió que los hispanos tienen más probabilidades de asociar el “ser estadounidense” con las personas blancas.

¿Por qué algunos estadounidenses parecen más 'estadounidenses' que otros? ¿Quién es estadounidense? AP Photo

Estas visiones sesgadas de la nacionalidad comienzan a una edad muy temprana, aunque al inicio el idioma es un identificador principal, como cuento en mi nuevo libro “Cómo lo dices[8]”.

Aunque Estados Unidos no tiene un idioma nacional, muchos estadounidenses creen[9] que el inglés es fundamental para ser un “verdadero estadounidense”. Y no es difícil encontrar ejemplos de políticos que defiendan[10] la idea de que los estadounidenses deben hablar inglés y solo inglés.

En un estudio[11] desarrollado en mi laboratorio y dirigido por la psicóloga Jasmine DeJesus, les dimos a un grupo de niños una tarea muy simple: después de ver una serie de caras que variaban en el color de la piel y el idioma que hablaban, les pedimos que adivinaran su nacionalidad. Los rostros eran blancos o asiáticos y hablaban inglés o coreano. Simplemente les preguntamos: “¿Esa persona es estadounidense o coreana?”.

Reclutamos a tres grupos de niños para el estudio: niños blancos estadounidenses que solo hablaban inglés, niños surcoreanos que solo hablaban coreano y un grupo de niños coreano-estadounidenses que hablaban ambos idiomas. Las edades de los niños eran de 5-6 o 9-10 años.

La mayoría de los niños monolingües más pequeños identificaron la nacionalidad con el idioma. Describieron a los angloparlantes – divididos equitativamente entre personas que parecían blancas o asiáticas – como estadounidenses y a los que hablaban coreano – divididos de la misma forma – como coreanos.

En cuanto a los niños bilingües, todos tenían padres cuyo primer idioma era coreano, no el inglés, y que vivían en los Estados Unidos. Sin embargo, al igual que los niños monolingües, pensaban que los angloparlantes, y no los coreanos, eran los estadounidenses.

Sin embargo, a medida que crecen, los niños ven cada vez más las características raciales como una parte integral de la nacionalidad. Descubrimos que a la edad de 9 años los niños consideraban que los angloparlantes blancos eran más estadounidenses, en comparación con los coreanos que parecían blancos o los angloparlantes que parecían asiáticos. Curiosamente, el impacto de la raza fue más pronunciado en los niños mayores que entrevistamos en Corea del Sur.

Raíces profundas

Por consiguiente, parece que, tanto para los niños como para los adultos, las evaluaciones de lo que significa ser estadounidense dependen de ciertos rasgos que no tienen nada que ver con los requisitos legales reales para la ciudadanía. Ni ser blanco ni hablar inglés con fluidez son requisitos para convertirse en estadounidense[12].

Y este sesgo tiene consecuencias. Las investigaciones han encontrado[13] que el grado en que las personas vinculan la “piel blanca” con “ser estadounidense” está relacionado con sus comportamientos discriminatorios en contextos de contratación o incluso pueden llevarles a cuestionar la lealtad de los demás.

Que encontremos estos sesgos en los niños no significa, de ninguna manera, que sean inherentes. Sabemos que los niños comienzan a captar este tipo de señales[14] y valores culturales sesgados de la sociedad a una edad muy temprana. Pero, significa que estos sesgos tienen raíces profundas en nuestra psicología[15]. Comprender su existencia puede hacer que sea más fácil corregirlos.

Este artículo fue traducido por Yahoo![16]

Authors: Katherine Kinzler, Professor of Psychology, University of Chicago

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Metropolitan republishes selected articles from The Conversation USA with permission

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